martes, 22 de noviembre de 2016

Valcovero - Palencia

La localidad de Valcovero es un encantador núcleo de casas de piedra cubiertas por tejados irregulares que parecen irse acomodando al desnivel del suelo. El caserío se escalona en el breve espacio de un valle cerrado, dominado por dos grandes peñascos y cubierto de una vegetación favorecida por las abundantes fuentes que manan en el término. Éstas aguas aún alimentan pequeñas huertas que denotan la presencia de un par de familias, únicos habitantes estables de la localidad después de que estuviera al borde del abandono total.

Una ermita a las afueras
A la vista del pueblo, adormecido en un dulce letargo, se hace muy lejana la época en la que contaba con 30 casas y más de ciento cincuenta habitantes, repartidos entre la agricultura y la ganadería. Pero a diferencia del cercano núcleo de Valsurbio, completamente arruinado, Valcovero mantiene muchas de sus construcciones en buen estado y todavía celebra su romería en septiembre, cuando los antiguos vecinos que han emigrado se reúnen en una ermita situada a poca distancia de la localidad.
El cuidado de las casas ha puesto a salvo algunos bellos ejemplos de arquitectura tradicional, mezclados con inoportunas techumbres de uralita como la que cubre parte del atrio de la iglesia parroquial, consagrada a San Lorenzo. Este sólido templo, asentado en lo alto del caserío y rodeado de espigados chopos, cuenta con una robusta torre cuadrada que guarda el campanario.
Junto a la iglesia se encuentra el cementerio, una breve cuadrícula de muros de piedra y tejas en cuyo interior se pueden ver algunas sepulturas presididas por cruces de madera de una sencillez espartana.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

Torre de Amargós _ Lérida

A poca distancia de Castellnou de Montsec, en una zona baja de la misma sierra y rodeada de un paisaje en el que alterna el robledal joven, los cultivos en bancales y algunas áreas desgastadas por la erosión, se alza esta pequeña aldea que debe su nombre a la antigua presencia de un torreón de vigilancia, del que apenas quedan algunas piedras visibles, invadidas por la hojarasca.
Un breve camino que se aparta de la pista principal llevar directamente al caserío, dejando a mano izquierda el cementerio y los testos de la antigua capilla de la Virgen de la Concepción, edificio del que únicamente siguen en pie parte de los muros. Precisamente cerca de las ruinas se levantó en 1993 un templete de piedra que protege la imagen de la Virgen titular de la capilla, pidiéndole que siga haciendo de Madre "para los que somos de aquí/y a los que os saluden/mientras hacen el camino".

Una fuente muy apartada
Ya en la aldea, el silencio se ha adueñado por completo de los caserones, apenas media docena de edificios que asoman entre los espinos y dejan ver desvencijadas galerías de madera. Las construcciones, hechas con toscas piedras pizarrosas y cubiertas con lajas entre las que sobresalen las chimeneas, cobijaron una veintena de vecinos que vivían del cultivo de cereales, la producción de vino y el cuidado de algunas cabras.
Al igual que en Castellnou, la escasez de agua impuso unas fatigosas condiciones de vida, ya que los lugareños debían surtirse de una fuente, llamada La Boixera, que estaba situada a media hora de camino del caserío. El aislamiento y otras carencias agravaron esta situación y el pueblo quedó completamente deshabitado.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

Orbaiz - Navarra

La polémica construcción de la presa de Itoiz, iniciada en 1987 y paralizada en varias ocasiones, a veces de forma violenta, ha pendido como una gigantesca losa sobre algunas localidades ribereñas del Urrobi, como Nagore, Itoiz y Orbaiz, provocando la marcha masiva de sus habientes a otros lugares con un porvenir menos incierto.
El caserío de Orbaiz es uno de los que más han sufrido esta despoblación y en sus callejones desiertos solo se dejan ver, de vez en cuando, algunos vecinos de fin de semana que aún mantienen, débilmente, sus raíces en el lugar.
La villa de Orbaiz estuvo formada por una veintena de casas que se alzaban a lo largo de tres calles empedradas y en la que vivían más de setenta habitantes, dotados de escuela y de una iglesia parroquial consagrada a San Martín. La economía local se basaba en el cultivo de trigo, avena, maíz y patatas, en una ganadería variada y en el aprovechamiento de las riquezas del entorno, rico en bosques y en canteras de piedra caliza. En épocas de escasez, algunos vecinos obtenían también beneficios de actividades menos lícitas como el contrabando de caballos.

Ventanas ojivales
Siglos después, un silencio pesado y amenazante invade el caserío, abandonado a finales de los 60 y en el que todavía se conservan en buen estado la mayoría de las casas, con hermosos portones de madera y algunas ventanas ojivales.
Entre las construcciones destaca el torreón de una casa fuerte del siglo XVII, así como la iglesia, una sobria construcción que ha perdido ya sus campanas, trasladadas por el obispado a Andoain. No lejos del pueblo, sobre un alto, se asienta la ermita de San Emeterio, que quedará bajo las aguas del pantano si finalmente éste se lleva a cabo.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)