martes, 23 de junio de 2020

Iglesia de Santiago de Tronceda


Santiago de Tronceda es una parroquia de Castro Caldelas cuya gran parte de su orografía está marcada por las empinadas laderas del valle del Sil en la Ribeira Sacra. Está formada por cuatro pequeños núcleos de población y que cuentan con muy pocos habitantes: Vilarellos, Susaus, As Carballeiras y Tronceda. Como muchos otros lugares de Galicia y debido al éxodo rural hacia las ciudades en los años 70 sus núcleos más apartados quedaron prácticamente abandonados. No debía resultar fácil la vida en estos lugares, ya que las comunicaciones eran pésimas debido a que tan solo unas pistas de tierra en malas condiciones llegaban hasta ellas.
Esto éxodo rural con la consiguiente escasez de visitantes sumado al complicado acceso en forma de fuertes pendientes provocó el abandono de su iglesia parroquial, la iglesia de Santiago de Tronceda, situada aún por encima a una buena distancia de Tronceda y de As Carballeiras.
Los restos de la iglesia de Santiago de Tronceda se localizan en una ladera de difícil comunicación, tan solo una pista en estado deplorable parece llegar hasta ella desde As Carballeiras.
Se rodea de un gran y fantástico bosque de robustos castaños centenarios, casi milenarios, todo una joya natural a conservar, un souto único, incomparable, en donde la naturaleza parece haber ganado al tiempo y a la civilización. Tan solo las podas que antaño se realizaban para la producción de castañas nos harán ver que aquí había más vida antes.
Parece una iglesia de origen barroco, aunque es probable que su situación no fuera elegida al azar, sino aprovechando un templo anterior, ya que no sería muy lógico construirla tan alejada a los pequeños núcleos urbanos.
Hoy lo poco que queda languidece junto a las tumbas del cementerio que la rodea y que adornan las últimas lápidas de los años setenta. Su espadaña que antaño repicaba constantemente y anunciaba a los vecinos las celebraciones y lutos que allí se sucedían hoy se desvanece y calla en el silencio. Da muestras de una reconstrucción en el siglo XX, señales de sus últimos suspiros y de un intento por mantenerla con vida.
En cuanto a su dedicación a Santiago hay quién que cuenta que por Tronceda podría pasar una antigua variante del camino de Santiago de Invierno, quizás un camino que uniera Torbeo y siguiera hasta Paradela, en Castro Caldelas. Tanto en Torbeo en la zona de A Cubela (oficialmente A Covela) como en Paradela existían sendos pasos en barca, siguiendo un trazado más sencillo y transitado el de Paradela que llegaría directamente a Monforte. El paso de barca de Torbeo se hacía muy complicado pues la ladera norte que forma el cañón del Sil es una barrera casi infranqueable
También debemos saber que estas zonas del valle del Sil fueron explotadas por los romanos y que muy cerca de Castro Caldelas discurriría la Via Nova o Via XVIII que unía Bracara con Asturica y en donde probablemente estaría localizada la mansión de Praesidio.
En la actualidad los núcleos de As Carballeiras y Tronceda se mantienen gracias a la rehabilitación de unos pocos vecinos, de los cuales muchos son llegados desde diversos países de Europa en busca de una vida diferente a lo que hoy estamos acostumbrados.
Para llegar hasta los restos de la iglesia de Santiago de Tronceda nosotros lo hemos hecho desde As Carballeiras. Justo pasado este lugar, en donde se acaba la estrecha carretera asfaltada debemos seguir a pie una pista de tierra hacia abajo. Después de 500 metros de fuerte descenso nos desviaremos totalmente a la izquierda y ahora a tan solo 450 metros sin desviarse encontraremos los restos.

Galicia Máxica

Más del Labrador - Teruel


En Teruel (Aragón), se encuentra un hermoso pueblo fantasma: Mas del Labrador (Mas del Llaurador), en la comarca del Matarraña. 
Los bombardeos durante la Guerra Civil también destruyeron gran parte de sus construcciones. Los vecinos comenzaron a emigrar y sus últimos habitantes lo hicieron en la década de los sesenta. 
Entre sus edificios resiste la iglesia de San Juan, del siglo XVIII, con su emblemático campanario. En la actualidad, se organiza hasta este lugar una tradicional romería a finales de agosto.

Tourse

Bujalcayado Guadalajara

Bujalcayado estuvo a punto de engrosar la lista de pueblos abandonados de Guadalajara. Durante muchos años solo una persona recorría sus maltrechas calles; sin embargo, desde hace poco tiempo, nuevos vecinos han venido a compartir la soledad de este páramo.
Dormido en una suave ladera y orientado al sur para aprovechar la luz y el calor del sol, se encuentra Bujalcayado, o lo que queda de él. Antes del éxodo de los años sesenta del siglo pasado unas 70 personas habitaban sus dieciocho viviendas. Su economía se basaba en la agricultura. Las tierras de Bujalcayado producían avena, cebada y trigo además de garbanzos y lentejas. También había algunos rebaños de ovejas que producían leche y lana y, por supuesto, corderos, muy apreciados por los carniceros de Sigüenza. En los meses de verano algunos vecinos trabajaban en las salinas del pueblo o en las del cercano municipio de Olmeda de Jadraque. Desde Bujalcayado se pueden ver ambas salinas al fondo del amplio valle; las de Bujalcayado cerraron en el año 1970, pero las de Olmeda todavía siguen funcionando.
Incluso en sus tiempos de esplendor, el pueblo dependía de los servicios de los pueblos cercanos. Así el cura venía a dar misa desde Olmeda de Jadraque, el médico acudía a pasar consulta desde Riosalido y el cartero venía de Sigüenza y en su ruta repartía la correspondencia en Carabias, Cirueches, La Olmeda y Bujalcayado. Al principio hacía su ruta a pie, luego a caballo y en los últimos tiempos en bicicleta. Para los asuntos administrativos los vecinos tenían que ir a Riosalido, Ayuntamiento al que pertenecían, y para moler el grano acudían con sus carros a la fábrica de los Ochovas, en Sigüenza, aunque otras veces iban al molino de Santamera.
Después de la siega llegaba el momento más esperado del año: las fiestas patronales que se celebraban el 24 de agosto, día de San Bartolomé, y duraban tres días. Se hacía una misa y una procesión, encabezada por el cura montado en una mula al que seguía todo el pueblo hasta la ermita de San Bartolomé (que distaba un kilómetro y medio del pueblo y que actualmente está en ruinas). Se mataba un cordero en estas fechas para consumir con los familiares venidos de fuera y, por la tarde, en la amplia plaza se dejaba oír el acordeón de Candidillo, músico que acudía desde el pueblo de Renales para animar el baile.
Otra fiesta importante para los vecinos de Bujalcayado era Santa Quiteria, que se celebraba el 22 de mayo. Después de la misa se bendecían los campos desde la cruz de Rivilla y, finalmente, se le regalaba una gallina al cura como mandaba la tradición.
La monotonía del pueblo quedaba rota cuando, en algunas ocasiones, aparecían los titiriteros. Todos los vecinos acudían a la plaza para ver las funciones de teatro y los juegos malabares, que alegraban el ambiente y sacaban al pueblo de su rutina. Los domingos y fiestas de guardar los vecinos pasaban sus ratos de ocio echando una partida a las cartas o jugando al frontón en el muro de la hoy ruinosa iglesia.
Para conseguir leña, los vecinos se veían obligados a ir hasta los cercanos pueblos de El Atance, Cirueches o Carabias, ya que en el término de Bujalcayado apenas había árboles.
De aquella época solo quedan los recuerdos, el pueblo se quedó vacío y durante muchos años solo un vecino transitó sus calles. Luis nunca quiso abandonar su casa y, durante los años de soledad, se empeñó en que su chimenea siempre echase humo como testimonio de que la vida todavía latía en Bujalcayado. En verano algunos antiguos vecinos regresaban al pueblo buscando la tranquilidad, sin embargo, los inviernos eran especialmente duros para vivirlos en soledad, sin más compañía que sus perros y sus ovejas.
Desde hace un par de años se ha asentado en el pueblo un matrimonio joven con una niña, que juega con las gallinas en la plaza del pueblo junto a la fuente. También vive en el pueblo todo el año una mujer joven que compró una casa en ruinas y, después de restaurarla, se mudó buscando paz y tranquilidad.
El pueblo tiene luz eléctrica, pero no agua corriente. Los vecinos acuden cada día a llenar sus garrafas a la fuente, fechada en 1910, que hay en la plaza, por donde corren a sus anchas las gallinas y los gallos mientras que un perro adormilado los observa por el rabillo del ojo.
Caminar por las calles desiertas de Bujalcayado impresiona, uno tiene la sensación de estar en un pueblo después de una batalla. Sin embargo este lugar no conoció las bombas, ni siquiera la destrucción intencionada del hombre; solo el tiempo y el abandono han bastado para causar esta desolación.

Resiesta Solana