sábado, 6 de junio de 2020

Cabaloria - Salamanca

El mapa español está cubierto de cicatrices y vestigios de pueblos abandonados. La despoblación o el simple paso del progreso suelen ser los detonantes de su desolación. En el sur de la provincia de Salamanca se puede observar aún el eco callado de lo que en su día fue un pueblo dependiente de Sotoserrano: La alquería de Cabaloria.
La desaparición de sus vecinos y el correspondiente abandono del pueblo vino marcada por la construcción en 1965 del embalse de Gabriel y Galán en Cáceres. El municipio quedaba lejos, a varios kilómetros del vaso de la estructura por lo que no se inundaría en su llenado pero el propio municipio decidió solicitar la expropiación de las tierras y del pueblo.
El testimonio de este abandono de Cabaloria lo cuenta ahora el único habitante de la alquería que queda actualmente en Sotoserrano, José González, quien explica: "El resto de los que vivíamos allí se fueron a grandes ciudades como Bilbao o Madrid".
La alquería tuvo varios nombres: Cabaloria, Cadalloria, y fue agregada a Sotoserrano en el año 1819. El nombre de Cabaloria, no es de origen prerromano, proviene de la unión entre los términos de "caven" y "valoria", y alude a la existencia de antiguas explotaciones de oro romanas. La zona de la Sierra de Francia posee otros vestigios de explotaciones auríferas romanas como "Las Cávenes", de la localidad de El Cabaco.
A mediados del siglo XVIII, la población de Cabaloria se redujo a 10 vecinos. Tenía doce casas habitadas, cuatro cerradas y seis "casillas". En el primer tercio del XIX, el municipio llegó a tener 69 habitantes y según, José González, los vecinos que quedaban antes de la construcción del pantano rondaban los 40.
El fin de la alquería de Sotoserrano se consumó con la inauguración, en el año 1965, del embalse de Gabriel y Galán, que represa las aguas del río Alagón. No estaba previsto la inundación del pequeño enclave pero si gran parte de las fincas propiedad de los vecinos de Cabaloria. Hoy en día se puede ver como el río aún respeta a gran distancia el término y las edificaciones abandonadas. Sotoserrano disponía de otra alquería, pero de mayor tamaño y más conocida: Martinebrón, que se encuentra en el mismo límite con la provincia de Cáceres en el inicio de Las Hurdes, ahora también abandonada.

La Gaceta

Apeadero de Cornicabra


Una de las fechas históricas en Morata de Tajuña durante el siglo XX fue el 25 de julio de 1901, día en el que queda inaugurado oficialmente el ferrocarril. En el término de Morata había dos estaciones, la que se ubicaba dentro del municipio, que estaba situada en los terrenos que ocupa la Casa-Cuartel de la Guardia Civil y el apeadero de Cornicabra, edificio del que se conservan los restos que podemos observar.
Durante la primera mitad del siglo y hasta la clausura del servicio de viajeros en 1953 y de mercancías en 1959, el ferrocarril marcó el devenir de la vega del Tajuña, siendo su cordón umbilical, facilitando el transporte de vinos, cereales, remolacha, piedra, yeso y cal.
En los primeros años del siglo pasado, con la instalación del ferrocarril, empezaba a tener importancia la explotación de las canteras de piedra caliza, aumentando la demanda con las importantes obras que se estaban llevando a cabo en Madrid, como el edificio de Correos, el Hospital de Maudes y las obras del metropolitano. Piedra que se extraía en 1920 de las canteras de Cornicabra y las de Valhondo.
A partir de 1925 Portland-Valderribas inicia sus actividades industriales con la puesta en marcha de la fábrica de Vicálvaro, lo que hace que haya una importante demanda de materia prima para la preparación del cemento que se extrae de las canteras de caliza de Morata. La estación desapareció como tal seguramente cuando la línea se dedicó exclusivamente al tráfico de la cementera. La cementera tenía una primera fábrica, que aún hoy sigue existiendo, en El Alto de Morata. Hasta allí llegaba la línea férrea procedente de las cercanas canteras de Cornicabra, si bien este tramo fue reemplazado por cinta transportadora. Dicha fábrica carecía de instalaciones de molienda, por lo que era necesario completar el proceso en la factoría de Vicálvaro, hasta donde el Ferrocarril del Tajuña transportaba el clínker calizo