sábado, 30 de julio de 2022

Lorbés


Situada en un bello y solitario enclave, Lorbés es la localidad más septentrional de la provincia de Zaragoza. Está encaramada en lo alto de un cerro, a 828 m de altitud, con los campos de cereal a sus pies, entre el barranco de Gabarre y el río Sacal, junto al que apenas se distinguen ya las ruinas del antiguo molino harinero. 

Formó municipio propio de la provincia de Zaragoza hasta su incorporación al de Salvatierra (1972), que en 1916 pasó a denominarse Salvatierra de Esca. El fogaje que Fernando el Católico ordenó en 1495 daba a Lurbies 11 fuegos. En 1857 tenía 239 habitantes y 191 en 1900. Ha estado al borde de la despoblación. Contaba con 9 habitantes en 2004.

Aparece mencionada en fecha muy temprana, hacia el 890-900, cuando el obispo Jimeno de Pamplona concede la cuarta episcopal de Lorbesse al monasterio de Santa María de Fuenfría (cerca de Salvatierra de Esca). Su proximidad a tierras navarras explica la vinculación con el monasterio de Leyre (en 1174 el papa Alejandro III pedía a Alfonso II que devolviera el lugar al cenobio) así como la existencia de un castillo por razones defensivas. En el agitado siglo XIII el castillo y el lugar pasaron varias veces de las manos de los reyes de Aragón a las de distintos señores: en 1224 Miguel de Olsón daba el castillo a Jaime I a cambio del de Almuniente; en 1274 dicho rey permutaba la villa con su hijo, el futuro Pedro III; en 1286 Alfonso III la “restituía” a Felipe de Castro; y en 1293 Jaime II la compraba a Pedro Cornel. Ya no abandonó su carácter de lugar de realengo hasta el siglo XIX.

La iglesia parroquial de San Miguel es una fábrica de cantería del siglo XVI. Tiene planta de cruz latina, de una sola nave de testero recto que se cubre con bóvedas de crucería estrellada, mientras que con crucería sencilla lo hacen los brazos del crucero y la sacristía. Ésta y la torre-campanario se adosan en el lado sur, con un pórtico entre ambas. Muy efectista es la portada gracias al tratamiento almohadillado de jambas y dovelas. Tiene coro alto a los pies (con balaustrada de decoración renacentista) y un destacado conjunto de retablos de los siglos XVII y XVIII. 

La ermita de la localidad está dedicada a la Virgen de la Pardina.

Precioso conjunto arquitectónico de gran poder evocador, con estrechas calles y atractivos pasadizos todavía empedrados que se quiebran y serpentean acomodándose al fuerte desnivel del terreno. Las casas (Pérez, Mamilo, Tejedor, García, Huesa, Fermín, Clavería...) son de piedra oscura y cubiertas de teja, con pequeñas ventanas enmarcadas por sillares, algunos balcones solanares (con sus antepechos de madera ya arruinados) y portadas en arco de medio punto de piedra o ladrillo, todavía con flores de cardo como ancestral símbolo de protección. El caserío tiene la calle Mayor como eje principal y se distribuye en dos barrios, Alto y Bajo, el primero muy afectado por la despoblación. En la espaciosa plaza de la iglesia contrastan las casas vacías (Casa Sastre) con rincones llenos de vida, como el formado por la antigua rectoría, de llamativa fachada, y Casa Cucharero, de muros blanqueados y grandes balcones. Se ven también magníficas chimeneas troncocónicas, como la de Casa Luquetas, algo más esbelta de lo habitual. Esta casa y su espectacular pasadizo en arco forman un atractivo conjunto con la contigua “casa del maestro”, casa infanzona que luce su escudo en una notable portada de piedra. Se conservan aún las antiguas escuelas y el horno.

Celebra sus fiestas mayores el día 6 de septiembre.

Comarca de la Jacetania

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