jueves, 3 de noviembre de 2016

El Quejigo - Huelva

El Quejigo es un agradable caserío enclavado en medio del accidentado relieve que rodea la localidad de Jabugo, una zona de breves sierras cubiertas de encinares y castaños que, durante mucho tiempo, fueron el principal sustento de sus habitantes, dedicados también a la explotación de pequeñas huertas y piaras de cerdos.
A partir de los años cincuenta empezó la decadencia de la aldea, consumada en la década de los sesenta, cuando muchos de sus vecinos se desplazaron a Jabugo en busca de trabajo y mejores condiciones de vida en esta pujante villa chacinera. Después de una larga etapa en la que permaneció en el más absoluto abandono, cuando parecía condenado a la ruina, comenzó a recuperarse en parte gracias a la mejora de algunas casas para fin de semana. Actualmente hay dos viviendas habitadas, una de ellas destinada a taller de carpintería y a la elaboración de muebles que se distribuyen por la comarca, como si el destino hubiera querido devolver al pueblo una pequeña parte de su vitalidad.
El núcleo, accesible a través de una calle cuidada, está formado por una veintena de viviendas repartidas en manzanas desiguales adaptadas a la pendiente del barranco, que parece perderse entre la vegetación. El agua, que baja abundante por la ladera, se utilizaba antiguamente para el riego de las huertas, mientras las casas se servían de depósitos y pozos para el suministro.

Pozos y soberaos

Las viviendas suelen ser sencillas, de una sola planta, a veces cuentan con semisótano y soberao (granero) y generalmente están bien conservadas, aunque los corrales son los que acusan un mayor deterioro y algunos patios se han visto sepultados por la maleza. Ésta va creciendo, imparable, sobre las puertas y los peldaños de las escaleras haciendo irreconocibles lo que antaño fueron estancias familiares, umbríos lugares de chachara, porches cubiertos de emparrado y rincones para echar una cabezada cuando las labores del campo lo permitían.
En la parte más baja del pueblo se conserva un gracioso pozo con un ventanuco, cubierto con una bovedilla y los restos de algún horno de piedra, testigos silenciosos de aquellos años remotos, anteriores a la llegada de la industria, en los que El Quejigo fue autosuficiente.


(Pilar Alonso y Alberto Gil)

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