miércoles, 9 de noviembre de 2016

Turruncún - La Rioja

El caserío de Turruncún es una piña de construcciones ruinosas y en permanente peligro de derrumbamiento que se agrupan a los pies de su iglesia parroquial y bajan violentamente por la ladera del cerro del Cabezo. A su alrededor, campa a sus anchas una vegetación de matorral, tojo y romero y se alzan las moles de Peña Isasa, con sus espectaculares cortados que anuncian la proximidad de la sierra de Peñalosa.

Telares de lienzo
El pueblo reúne los restos irreconocibles de setenta casas que en su día llegaron a albergar a más de doscientos sesenta vecinos, dedicados al cultivo de un terreno que precisaba la construcción de bancales para salvar las continuas pendientes. En tales condiciones se cosechaban cereales, productos de huerta, algo de vino y bastante aceite, que junto a la cría de ovejas y cabras, la explotación de una mina de lignito y alguna industria de telares de lienzo eran la base de la economía local La población tenía tahona, escuela y ayuntamiento con una dependencia destinada a cárcel y, además de la iglesia parroquial de Santa María, contaba con una ermita a las afueras. Para el consumo de agua se abastecía de una fuente cercana, dotada de un pilón que hacía las veces de lavadero.
Alrededor de la fuente, un bosquete de pinos y un merendero con mesas de piedra, sirve ahora de improvisado mirador sobre los restos del pueblo, coronados por la tone de la iglesia, una robusta construcción que aún se alza sobre las paredes desmenuzadas.

(Pilar Alonso y Alberto Gil)

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