domingo, 23 de octubre de 2016

Sarsa de Surta - Huesca

La llegada a Sarsa de Surta, bordeando el cauce del Vero antes de que este río inicie su viaje entre gargantas, anticipa el paisaje agreste y recóndito de la sierra de Guara, un macizo prepirenaico surcado por profundos cañones que se han convertido en destino habitual de los aficionados al barranquismo y los trayectos en piragua.
El pueblo, que descansa en una hondonada sobre la que despunta la aguja de la iglesia, está repartido en tres barrios, el primero de ellos formado por un mínimo núcleo de Casas junto al río. Éste se cruza por un gracioso puente medieval de piedra que conduce al barrio más importante, asentado alrededor del templo parroquial mientras a lo lejos asoma otro grupo de casas, utilizado esporádicamente como campamento.

Origen medieval
La dispersión del caserío parece reforzar la tesis de que en sus orígenes estaba formado por dos pueblos, Sarsa y Surta, que se unieron hacia el siglo XI, época en la que ya está documentada la existencia de la localidad. Hacia el siglo XV contaba al menos con 20 hogares y hacia 1930 tenía cerca de 400 vecinos. Pero como en muchos otros pueblos de la zona, que concentra numerosas aldeas abandonadas, la falta de luz y agua corriente provocaron una continua diáspora de las familias y en 1972 quedó desierto.
El recorrido por el caserío todavía evoca su origen medieval, que se ha mantenido a salvo en algunas edificaciones muy representativas de la arquitectura del Sobrarbe. Las viviendas han sido reformadas con mayor o menor fortuna, pero entre los detalles constructivos aún es posible descubrir restos de pozos, hornos de pan, estrechas ventanas góticas o puertas con arcos de dovelas.
En lo alto se alza un caserón de buen porte con una cuadra aneja y la parte baja está presidida por el templo parroquial, de un depurado románico rural, con una nave de 20 metros de longitud que guarda cuatro capillas embutidas en los muros. La esbelta torre forma parte de la construcción primitiva, de finales del siglo XI y conserva  las estrechas ventanas geminadas.
Junto a la iglesia aún se pueden ver los restos del cementerio, con sus nichos cubiertos de tejadillos.


(Pilar Alonso y Alberto Gil)

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