lunes, 24 de octubre de 2016

El Cañizar - Cuenca

La aldea de El Cañizar, rodeada de un paisaje de pinos y rocas torturadas por la erosión, es un caserío desperdigado que se reparte en tres núcleos en las proximidades de la sierra de Cuerdas, en un pequeño valle trazado por el río Cabriel a su paso por la serranía de Cuenca.
En la parte baja del valle, una extensa finca de labor presidida por una chimenea revela la presencia de una antigua fábrica, dedicada a la producción de alcanfor, aguarrás y otros productos a partir de las resinas que se obtenían en el término. De hecho, todo el caserío de El Cañizar estaba integrado en una finca de Unión Resinera Española, en la que llegaron a trabajar más de cuarenta familias dedicadas a la recogida manual de la resina, vertida por los pinos en sus cacillos y trasladada penosamente hasta la fábrica en latas de 25 kilogramos.
La decadencia de esta industria produjo la desaparición de los puestos de trabajo y el núcleo fabril pasó a ser un conjunto de añejas edificaciones entre las que todavía se distinguen los hornos, la capilla, la refinería e incluso una pista de tenis en la que, según cuentan, Manolo Santana dio sus primeros raquetazos.
Sobre un alto, hay un segundo grupo de construcciones que sirvieron para guardar ganado, y algo más retirado, coronando un cerro, se encuentra el barrio del Hospital, así llamado porque jugó este papel durante la Guerra Civil asistiendo a los soldados heridos del frente de Teruel. Esta barriada está integrada por caserones de tres plantas, en torno a un patio sepultado por la maleza. El interior de los edificios, con restos de escaleras, chimeneas, estucos y suelos arrancados, permite adivinar estancias cuidadas y elegantes. A duras penas, las paredes mantienen cierta blancura pese a las firmas de quienes han querido dejar testimonio gratuito de su paso por este lugar.


( Pilar Alonso y Alberto Gil)

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