domingo, 16 de octubre de 2016

Aldealcardo - Soria

Tan solo la tradicional placa situada a la entrada de los pueblos identifica a la localidad de Aldealcardo y permite deducir que no hace tanto tiempo estuvo habitada, antes de que sólo se oyera graznar a los grajos mientras sobrevuelan los tejados hundidos al atardecer, cuando el sol se cuela por los huecos de las ventanas,proyecta sobre la maleza unos desconcertantes juegos de luces y sombras, triste patrimonio de estos caseríos que han quedado a la intemperie.
Hace décadas, la aldea contaba con 25 casas de pobre construcción, habitadas por un centenar de vecinos que sacaban buen partido de la calidad del terreno y utilizaban los abundantes manantiales para las casas y el riego de las huertas. El aprovechamiento de los pastos para el ganado, la utilización de la madera y la siembra de cereales, hortalizas y frutas garantizaban la subsistencia durante todo el año. A mediados del siglo XX, las repoblaciones acometidas por el Estado rompieron ese equilibrio y, una tras otra, las familias abandonaron Aldealcardo.

Huesos humanos
Hoy el trazado del caserío es un laberinto de paredes hundidas y calles forradas de vegetación, en el que apenas destaca un caserón algo más entero. Aislados del pueblo se encuentran el cementerio y la monumental iglesia, una de cuyas paredes sirvió como frontón.
El edificio conserva elementos góticos en el coro bajo y una escalera de piedra berroqueña que sube al campanario. El pulpito arrancado, los altares reventados y la desnuda sacristía ofrecen un patético espectáculo de saqueo que afectó también al enlosado y dejó al descubierto huesos humanos de pasados enterramientos.


(Pilar Alonso y Alberto Gil)

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