Los tres últimos vecinos de la pequeña localidad de Plágaro abandonaron sus casas en el año 1971. El pueblo quedó abocado definitivamente al silencio y la vegetación comenzó a invadir sus calles y casas. El alcalde del Valle de Tobalina, Rafael González Mediavilla, cree que este enclave privilegiado ubicado a los pies de la Sierra de Árcena, dentro del espacio natural de Montes Obarenes, aún tiene una oportunidad, la de convertirse en un «complejo turístico enfocado al disfrute de la naturaleza, la caza y la pesca y en un innovador concepto de parador de turismo» gracias a los fondos del Plan Garoña.
Para conseguirlo, presentará su idea ante el Ministerio de Política Territorial antes de que se celebre el próximo Consejo de Dinamización del entorno de Garoña. En el Ayuntamiento del Valle de Tobalina se trabaja a diario en dar forma a las ideas que buscan promover el desarrollo económico del municipio y amortiguar así las consecuencias que acarreará el cierre de la central nuclear. González Mediavilla insiste en que «lo idóneo y lo que seguimos defendiendo es que Garoña continúe funcionando hasta 2019 y así los proyectos se vayan ejecutando con tiempo suficiente».
Sea como sea, el alcalde tobalinés peleará por este nuevo candidato a albergar el parador de turismo, ubicado en el entorno más cercano a la planta, porque «la zona que creo que merece más el parador es el Valle de Tobalina y, además, es una idea original». En Plágaro quedan en pie la iglesia de San Pedro Apóstol (S.XIII) con restos de pinturas góticas, una magnífica Casa Rectoral construida por el clérigo Vicente Sebastián de Herrán en 1741 y restos de unas pocas edificaciones, que en el año 1752 llegaron a sumar un total de dieciséis.
El pueblo conserva el sabor de antaño, al carecer de calles asfaltadas, aunque cuenta con dos accesos adecuados por carretera. Plágaro siempre fue una población muy pequeña y, según los datos recabados por Elías Rubio en el libro Burgos. Los pueblos del silencio, solo contaba con 71 habitantes en el año 1940. Si los planes del Consistorio tobalinés dan resultado, aún puede recuperar el aliento vital y convertirse en un espacio turístico singular.
Previa compra de las edificaciones, dado «que no habría problema para adquirirlas», a juicio de González Mediavilla, la idea es recuperar y restaurar todas las casas, conservando en la medida de lo posible los rasgos de la arquitectura tradicional castellana, y transformarlas en alojamientos. Mientras, las instalaciones comunes para los huéspedes, como el restaurante o la recepción, se propone ubicarlas en los espacios más singulares, como la Casa Rectoral o la iglesia de San Pedro Apóstol.
González Mediavilla pretende «crear un gran coto de caza alrededor de Plágaro» y ofrece las 13.000 hectáreas de terreno que el Valle de Tobalina ya tiene acotadas para la práctica de la caza». Él y su equipo venden Plágaro como un posible «complejo cinegético que permitirá a sus clientes, no solo pasar unos días practicando los deportes de la caza y la pesca, sino también todo tipo de actividades pensadas para un turismo familiar, como visitar los pueblos y lugares turísticos de interés del entorno». «Muchos turistas europeos viajan en busca de practicar este deporte o hobby y aquí tenemos mucha caza que ofrecer», añade el alcalde tobalinés.
Pueblos abandonados o despoblados
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