La localidad de Granadilla, fundada por los musulmanes en el siglo IX, es un caso excepcional entre los pueblos deshabitados de la península. Su caserío, envuelto por una magnífica muralla y declarado conjunto histórico-artístico, ha sido objeto de una lenta y tenaz restauración desde 1984 y ofrece un raro contraste entre la ausencia de tejados y los cuidados muros de las casas, que producen la impresión de un laberinto de piedra presidido por la iglesia de la Asunción y el castillo. Desde su recinto amurallado el silencio del pueblo se hace más elocuente y la vista alcanza una completa panorámica del entorno, dominado por el embalse de Gabriel y Galán, principal causa del abandono de Granadilla.
Castillo inexpugnable
Hasta los años 50, la localidad contaba con más de 200 viviendas y una población superior a los 1.000 habitantes, dedicados principalmente a la agricultura del cereal, el olivar y los pastos y al cuidado de una nutrida cabaña ganadera de cabras, vacas y caballos. En el río Alagón, entonces sin embalsar, abundaban los barbos y la industria local incluía telares de lienzo, molinos harineros y lagares de aceite. El pueblo tenía escuela, ayuntamiento con tribunal y una cárcel habilitada en el castillo, un robusto edificio de aspecto inexpugnable, protegido por dobles puertas, rastrillo y barbacana.
En los años 60, la expropiación forzosa del término para ser inundado por el pantano, produjo la inevitable marcha de la población y en 1965 la localidad quedó vacía. Veinte años más tarde, el estado acometió su restauración y el caserío recobró tímidamente algo de su pasada belleza.
Gracias a ello, el viajero puede recorrer íntegramente el recinto de las murallas, de casi 1 kilómetro de longitud, acceder al interior por la puerta de la Villa y visitar el castillo. La plaza Mayor, animada por unos graciosos jardines y una fachada cubierta de conchas, sirve como lugar de encuentro de las distintas calles, que transcurren entre edificios en ruinas, caserones restaurados y terrenos baldíos que antaño sirvieron de huertas.
(Pilar Alonso y Alberto Gil)
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